Los constantes cambios climatológicos están afectando notablemente el medio ambiente, la vida de los seres humanos y de los animales. Sin embargo, otro factor que contribuye a esta situación es el uso de la tecnología LED y todo tipo de luces artificiales que son utilizadas en las grandes ciudades y que se van extendiendo hacia los bosques. Sin embargo, las luces no han dejado de aumentar haciendo que las noches sean cada vez más brillantes y los humanos vean cada vez menos estrellas. Ahora, una revisión científica muestra el enorme impacto que está teniendo tanta luz en el resto de los seres vivos: los pájaros cantan a destiempo, las hojas duran más en los árboles o las tortugas no encuentran el camino del mar.
Se realizó una investigación que fue publicada en Nature Ecology & Evolution, en el cual los científicos han comprobado que el uso de luces artificiales está alterando patrones de la actividad diaria tan básicos como el momento en el que se despiertan unas especies o se van a dormir otras. Algunos impactos son tan profundos que alteran la producción hormonal o los propios genes. Otros son muy complejos y con consecuencias aún por determinar, como la interacción entre presas y depredadores en una noche tan iluminada.
Entre los efectos de mayor impacto está el de las hormonas. Los especialistas afirman que la supresión de melatonina es un efecto fisiológico destacado. La melatonina es una hormona que producen casi todos los seres vivos y que, entre otras cosas, es clave en el control del ciclo diario del sueño. Cambios en los niveles de estrés, la capacidad de permanecer en alerta o el sistema inmunitario son otros de los impactos fisiológicos más comunes.
El impacto se produce tanto en especies diurnas como nocturnas aunque sus consecuencias son muy diferentes. Para los roedores la duración de la actividad tiende a verse reducida por la luz nocturna; los pájaros, por el contrario, que son en su mayoría diurnos, la iluminación artificial los empuja a un ampliación de la duración de su actividad, en especial adelantando su canto y forrajeo. La revisión muestra también que aunque la intensidad lumínica modula el impacto, pero basta con unos pocos lux (unidad de iluminancia) para provocar un desastre.
Christopher Kyba, investigador en Geociencias en Alemania, ha tenido la oportunidad de medir la contaminación lumínica tanto desde la tierra como desde el espacio. En uno de sus estudios durante el 2018, haciendo las mediciones en la ciudad de Tucson, EE UU, observó que al utilizar luces LED se puede graduar la intensidad de la luz un 10% al caer la noche y rebajarla al 60% a partir de la media noche. En el 2019 durante un experimento liderado por Kyba, bajaron la intensidad de la luz a un 30% a partir de medianoche. Además de que nadie se quejó, pudieron determinar qué porcentaje del exceso de luz se debía a las farolas municipales. Para su sorpresa, apenas el 20% de la contaminación lumínica procede de las luminarias públicas. El resto viene de un sinfín de otras actividades humanas: luminosos, las luces de las casas, las de los campos deportivos y los parques, y las de los coches.
Este tipo de experimentos permiten y permitirán crear nuevos proyectos para reducir los niveles de contaminación y no perjudicar la vida de los animales. Debemos tomar en cuenta que en las pequeñas cosas, en aquellas que pareciera que no afecta, es donde podemos generar el cambio para que podamos tomar el control del problema y trabajar juntos para una vida más saludable.
Buenas Vibras!
By: Alison Loza