La palabra plástico deriva del latín plasticus, el cual a su vez, viene del griego πλαστικός (plastikos) y se refiere a algo que puede modelarse fácilmente. Aparece utilizada en la Teogonía de Hesíodo (s. VIII a.C.): “Pues él por primera vez aceptó una joven mujer modelada (πλαστήν) por Zeus” y en las Leyes de Platón con el sentido de “dúctil”. Como se puede deducir.
Si hablamos de plásticos, como materia, hablamos de materiales poliméricos (sustancias compuestas por moléculas grandes) orgánicos (compuestos que contienen carbono), que pueden ser de origen natural o sintéticos. Los naturales, como su nombre lo indica, se obtienen de la naturaleza, por ejemplo: el caucho, el celuloide y la ebonita, considerados como los padres de los plásticos modernos que conocemos, los cuales iniciaron su historia en 1909 (según Antonio Miravete), con la obtención del primer polímero completamente sintético, denominado “Bakelita” en honor a su inventor, el químico estadounidense de origen belga, Leo Baekeland.
En 1928 se descubre otro compuesto importante: el Nylon, nombre comercial de las poliamidas, descubierto por Carothers y su equipo de trabajo perteneciente a la DuPont. Solo dos años después, en 1930 comienza el desarrollo de manera industrial de los polímeros más importantes que utilizamos actualmente: el policloruro de vinilo, el poliestireno, las poliolefinas y el polimetacrilato de metilo, esto es posible gracias al surgimiento de la técnica termoplástica, que permite expandir el uso de estos compuestos.
Considerando que el hombre tardo 1900 años en obtener un polímero sintético, podríamos decir que es poco el tiempo que tienen en el planeta, pero su impacto en nuestra sociedad fue tal, que sólo 41 años después de su descubrimiento, en 1950, la producción de plásticos llegaría a 2.3 millones de toneladas/año y 65 años luego, en 2015, a 448 millones de toneladas, cifras que confirman la importancia de este descubrimiento en nuestra historia.
N. Alave
Bajo mi sombrero verde