CON LA MÚSICA CONTAMOS NUESTRA HISTORIA

Los que cuentan cuentos, cuentan que contar es ya una acción que cambia el mundo. Las palabras transforman nuestro alrededor porque todo lo que entendemos, es procesado por el lenguaje. No hay nada natural en la interacción del ser humano, nuestros acercamientos hacia la realidad son siempre artificial. Vivimos a través de conceptos, porque podemos entender y nos movemos en base a ideas que han sido formadas a lo largo de los años.

¿Pero es la única manera de relacionarnos con nuestra realidad?

Ahora sí, cuentan los músicos, que hay historias que se dicen con el corazón. O con las manos, o con la piel. Lo más profundo es la piel, dice Paul Valéry, y es que la música moviliza tantas fibras de nuestro cuerpo, nuestro entender, nuestro sentir, que su historia se vuelve una experiencia completa de los sentidos. Un mensaje sin palabras.

Detengámonos un momento a pensar en lo que nos pasa con la música cuando la oímos; con el triunfo de la música hoy en día damos por hecho su existencia en absolutamente todos los ámbitos de nuestras vidas.

Piensen cuantas veces, y en cuantas situaciones tenemos contacto con la música. Nos invade tanto que hemos dejado de prestar atención que detrás de cada sonido hay una intención. Un artista cuenta su historia a través del sonido, lo moldea como si fuera un artesano y como si su instrumento fuera el barro, sus manos terminan de decirle al instrumento que palabras usar, su voz hace resonar aquello que sentimos en la base del estómago, los momentos que nos cuelgan de un precipicio y hacen que se nos ponga la piel de gallina son la manera de estructurar y transmitir la trama de aquella historia tan interna, íntima, que no es nada claro ni obvio, y al no serlo, se vuelve un mundo de significados. En otras palabras, un sonido es la posibilidad de sentir tal y como otra persona siente, y más. De conectarnos y sentir algo en común pero también darle una individualidad a aquel entendimiento global, abstracto, donde los sonidos son un mar de significados, y nuestro cuerpo el receptor de algo más grande que la vida: eso que cuentan los que cuentan con sonidos, quizás lo más cercano a dios, la música como la musa mensajera de lo que no comprendemos, pero sí sentimos.

Buenas Vibras

Zoran Vranjican

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