Por: Paola Mejía
La tecnología ha modificado muchas cosas en nuestra cotidianidad, y en el mundo literario el panorama no es muy diferente. Ha cambiado el modo de escribir, de darse a conocer, el proceso de edición, el proceso de publicación. Y mejor aún, ha hecho posible el modelo de la “auto publicación”. La tecnología ha cambiado todo, la forma en la que pensamos, en la que leemos, la que escribimos.
Con la llegada de la ley de imprenta se decía que los libros desaparecerían, y no, no pasó. ¿Cuál es el panorama internacional (y nacional) con respecto al manejo de las TIC’s y la literatura? Lo vamos a resumir en una frase: “El que no se adapta, muere”
Nos encontramos en los albores de un océano digital cuyo final no podemos sospechar y tal vez por ello, por incomprensión y por el influjo de los viejos paradigmas, dudamos respecto a las virtudes de los nuevos soportes y modelos de consumo de la literatura.
Pese a todas las oportunidades que las TIC’s pueden ofrecer, los círculos literarios bolivianos se ven enfrascados en su tradicionalismo, que nada bueno trae consigo, más que quedar en la historia y yacer cual objeto obsoleto. Lamentablemente -sí lamentablemente- en nuestro país la legitimidad viene acompañada de la publicación física. Y es que, para muchos escritores del medio, la publicación es importantísima, sin darse cuenta que este procedimiento (sanguinario) es una exposición en la que -tristemente- muchos morirían desangrados.
Pensar en la literatura de antes, hoy en día, resulta ser algo muy romántico y a veces (sólo a veces) sería mejor haber muerto antes que esta revolución tecnológica apareciera. Mientras más información aparece, cada rubro va poniendo sobre la mesa más desafíos, y es cuando, para destacar de entre 7 billones de personas, tienes que dar un valor agregado a lo haces. Tienes que reinventarte todo el tiempo, estar actualizado y estar listo para el cambio de segundo a segundo. Y eso, puede ser terriblemente cansador. En el mundo de hoy, si no apareces en el mundo digital no existes. Apenas has escrito un tuit y ya tienes que actualizar tu estado en Facebook, subir contenido a tu página, publicar en tu blog, subir una foto al Instagram. El mundo necesita de ti en la mayor cantidad de plataformas que se pueda. Ahí estás vigente. Ahí eres alguien. Y ¿Dónde estamos los escritores bolivianos? Si no es mofándonos de lo cotidiano envueltos en nuestros cerrados círculos de Twitter, mientras países como México nos brindan autores como Alberto Chimal, cuyas publicaciones se adaptan al modelo de las twitternovelas.
No se trata solamente de la poca aceptación de los autores nacionales en su país de origen, también existe la problemática que señala a los mismos escritores como culpables. ¿Qué hacen por difundir sus escritos y que éstos sean tomados en cuenta en el canon universal? Poco o nada, debe ser la respuesta correcta.
Sería interesante que el desafío esté presente no sólo en incentivar la producción de material literario físico, sino también, en nuevas plataformas como la digital. Entre los desafíos de este mundo literario de nuevos soportes y formas de consumo está el desvanecimiento del autor, al menos como lo percibíamos en el pasado: en un espacio donde se mezclan voces y sonidos de lectores, publicidad y hechos instantáneos, el autor necesita aprender a convivir con ello y plantear sus propuestas narrativas y poéticas de un modo innovador. La originalidad, satisfacer el horizonte de expectativas de este nuevo y multitudinario escenario, donde residen nuestros lectores y compradores, exige más libertad, más articulación, más amplitud y más rapidez. Un aspecto adicional es la apropiación de destrezas en el uso y aprovechamiento de TICS´s que los escritores habremos de integrar a nuestro trabajo. El cambio de la pluma a la máquina de escribir, con todos sus impactos, fue apenas un pequeño paso; el nuestro es ahora un salto al iluminado e impredecible universo de la comunicación digital. Es momento de romper con ciertas tradiciones y de quitarnos ciertos esquemas de la cabeza. Es momento, clave, para potenciar la literatura boliviana y qué mejor manera de hacerlo sino es través de nuevos canales de comercialización. Internet es una fuente inagotable de oportunidades, ha acortado las brechas generacionales, nos está regalando momentos únicos de homogeneidad, ha permitido que nuestros ídolos estén al alcance de “un me gusta” ¿Por qué no usar estas nuevas ventajas y volcarlas a nuestro favor para introducir la literatura boliviana en la literatura universal?
Buenas Vibras